sábado, 28 de agosto de 2010

Pesto, ¿dónde estás?



Pesto perdió, otra vez. Pero esta vez, para mí aunque sea, fue demasiado. El equipo, si bien mostró su capacidad de reacción ante el resultado adverso, no encontró en ningún momento del partido juego ofensivo. Los toques, las jugadas, las media vueltas, las salidas; todas esas, dijeron ausente.

En cuanto al partido, voy a ser breve. El primer tiempo nos fuimos arriba 1-0 con un gol que surgió de un lateral, mas tuvo una definición impecable de Santi Nuñez. El resto, estuvo de más: ni atacamos, ni fuimos atacados en demasía. En el segundo tiempo, ellos siguieron viniendo hasta que finalmente encontraron el empate, y cuando le abrís la puerta a uno, se la abrís a todos. Con el primero llegaron el segundo, el tercero y hasta el cuarto. Después de eso, a la carga barracas. Obligados por el resultado y atacando por prepotencia, dispusimos de alguna que otra chance aislada, y en una vivada de Jony Saint Martin(un tiro libre jugado rápido), Seba García conectó el segundo y último tanto del partido, que no hizo más que decorar el marcador: 2-4 final.

Ahora yo pregunto: ¿Dónde está el Pesto del torneo pasado? ¿Dónde está el equipo que resurgía de la nada y sacaba los partidos adelante? ¿Dónde está el espirítu? ¿Dónde está la pasión? ¿Dónde quedó ese sentimiento de vivir sólo para el sábado? Yo, aunque sea, no lo encuentro. Y también me preocupa no encontrar las media vueltas de Santi, las pisadas de Jony, las gambetas rápidas abre-partidos de Seba, los huevos por sobre todo de Fede y Juan, y el arco cerrado de Lucas y Juanchi. Si alguien los ve, favor de comunicarse.

No entiendo que pasó en el medio, no sé que cambió. Quizás nunca nos repusimos del golpe del torneo anterior, pero no creo que sea eso, y si lo fue, a levantarse.

Pesto, ¿qué te está pasando? Pesto, ¿dónde estás?

viernes, 27 de agosto de 2010

Torneo Despedida




Aquí están, estos son, nuestros rivales de este nuevo torneo. Bichos y Vilas aparecen como los grandes candidatos al primer puesto, el resto deberían quedar debajo nuestro. Si no hacemos boludeces como las del partido pasado, esta zona la pasamos tranquilos. De lo contrario, agarrate Catalina.

martes, 24 de agosto de 2010

Así, no

Nuevamente a Pesto le tocó un rival inferior y esta vez no supo plasmar la diferencia de calidad en el marcador. Pero lo más irritante, quizás, es que el partido se jugó bien y se perdió pura y exclusivamente por errores nuestros.

El primer tiempo estuvo plagado de situaciones para el verdinegro, que no contaba con fineza a la hora de definir y se encontraba repetidamente con el arquero rival. Adúriz se perdió un gol claro entrando en diagonal tras una gran jugada colectiva y Fede della Porta lo tuvo en tres ocasiones en una misma jugada, en la que primero intervino el palo y luego el uno rival x 2, lo cual dejó resignado al defensor que finalmente dejó salir la pelota por línea de fondo. De esas, hubo hasta el hartazgo, hasta que llegó el error de Avellaneda F.C. en la salida y el oportunismo de Santi Nuñez, que había pasado al sector ofensivo tras pasar los primeros minutos en la defensa, para poner el 1-0 a favor de Pesto. Sobre el final de los primeros 20', llegaría el empate en una de las únicas aproximaciones del rival para sacarnos la tranquilidad del entretiempo.

Poco tiempo después de comenzada la segunda parte, volvió a aparecer el goleador del torneo pasado, Sant Nuñez, para poner al equipo nuevamente arriba en el marcador. Con el partido controlado y aún despediciando oportunidades en la ofensiva, sólo el error propio podía abrirle el camino a Avellaneda F.C., y eso fue lo que pasó. Primero fue el turno de Lucas Soule de pederla en la salida, cuando el rival le punteó la pelota entre las manos para poner el 2-2. Ante el gol, el rival creció y en una acometida anotó también el tercer tanto del partido. Y luego, sería el turno de Adúriz para hacer el mea culpa, en otra pelota perdida en la salida que terminó en el fondo de la red. Tarde, Pesto logró quebrar la resistencia del arquero en dos oportunidades (nuevamente tras una enorme cantidad de intentos fallidos)y puso las cosas 4-4. Y a falta de 5' llegarían las dos jugadas que definieron el desenlace del partido: el remate de Adúriz que se estrelló en la parte interna del poste derecho del arquero y, casi en la réplica, Avellaneda, inmerecidamente, sentenciaría el partido a su favor, estampando el 5-4 final.

Y así, en un partido más que ganable y en el que se jugo de una manera realmente superior a la del rival, Pesto pagó caro los errores que, a esta altura, ya no debería cometer. Este recién es el segundo partido, pero esta vez no hay tanto tiempo de revancha, ya que sólo restan 7 encuentros previos a la fase final. Basta, dejémonos de cometer estos errores infantiles, que más de una vez dijimos que íbamos a dejar de hacer. Hechemos en la cancha la experiencia que estos tres torneos anteriores nos brindaron y demostremos que estamos para más.

lunes, 23 de agosto de 2010

Uno x Uno

Aclaro que no me gusta hacer esta sección en las derrotas, pero me pareció que había cosas para destacar.

Lucas Soule: Irreconocible con respecto al del partido pasado. No mostró la seguridad habitual y tuvo en su haber el segundo gol rival. Se sabe que se puede mejorar.

Fede della Porta: Nuevamente, la figura de la cancha. Logró mantener el orden incluso con el equipo jugado completamente al ataque. Tuvo un latigazo de sobre pique que podría haber sido el empate transitorio.

Jony Saint Martin: No destacó ni para bien ni para mal. Cumplió en su labor defensiva y aportó el empate. Correcto. Lo único, la hora papito.

Santi Nuñez: Arrancó abajo debido al retraso de Jony, y en cuanto subió marcó la diferencia, anotando los primeros dos goles del equipo.

Juan Pardo: Sorprendentemente, sólo pegó una patada advertida por el árbitro. Al igual que Adúriz, no estuvo fino a la hora de definir, pero siempre aportó su actitud característica.

Andrés Adúriz: No fue su mejor tarde, a su falta de definición se le sumó el error en la salida que provocó el 2-4 en contra. ¿Dónde quedó el del partido pasado?

Seba García: Volvé, por favor

Cortitas y al pie

No hay dos sin tres: Pablo Cáceres, Augusto Galati y Santi Bravo (uno como jugador) se hicieron presentes en los primeros dos encuentros del verdinegro. ¿Seguirán la racha en el tercero?

Debut: Sole Llana presenció su primer partido del torneo. Esperemos que la próxima corra otra suerte.

¿Hay que pagar los derechos?: Nicky Manes nuevamente se hizo presente en Freire para grabar el partido. Ahora el tema es que, tanto el anterior como este, los partidos jamás aparecieron.

Analízame: Leonilda Reffolo, más conocida como "Lea", la psicóloga del Lenguas Vivas Spangenberg, volvió a brindar su apoyo a su equipo preferido de adolescentes.

sábado, 21 de agosto de 2010

Yo tengo un sapo que se llama PESTO

12:25 y el árbitro ya estaba convocando a los jugadores a la cancha. Obviamente, el equipo no estaba ni cerca de estar completo y sólo contaba con tres jugadores (de los cuales uno de ellos era un hincha) y un cuarto que no se encontraba en condiciones. A pesar de que con el correr de los minutos el equipo llegó a la cantidad de jugadores necesarios, el mismo seguía sin estar completo por la ausencia de Jony Saint Martin y por lo tanto Juanchi Manes, arquero desde chiquito (se vio demostrado), tuvo que desempeñarse como jugador de campo. Sumado a este imprevisto, contabamos con las ya anunciadas ausencias de Seba García (viaje de egresados) y Santi Nuñez, que se encontraba enfermo pero hizo el esfuerzo de venir a ver el debut. Así, con la balanza inclinada en nuestra contra, arrancó un nuevo torneo. En frente estaba El Sapo Pepé, uno de los debutantes de este torneo, que pagó caro su falta de experiencia y orden.

En el primer tiempo, la defensa, desordenada como estaba por momentos por las subidas de Manes y la falta de relevos, se vio expuesta en varias ocasiones, pero afortunadamente ninguna de ellas pasó a mayores gracias la labor de Fede della Porta y las manos de Lucas Soule. El ataque, en cambio, se encontraba con muchos espacios y disponía de varias ocasiones para convertir, que por suerte pudo capitalizar. La primer mitad finalmente terminó 4-0 con tres de Adúriz y uno de Juan Pardo.

En la segunda etapa ingresó Santi Bravo en lugar de Juan Pardo y marcó su primer gol en el torneo a los pocos minutos de haber ingresado, tras una asistencia de hombro de Adúriz. Sería el mismo delantero el que clavaría el 6-0 final, marcando el cuarto en su cuenta personal, tras el rebote de un corner. Los últimos diez minutos el equipo pirorizó jugarle el balón a Juanchi Manes que tenía la imperiosa necesidad de marcar un gol, ya que había llevado especialmente una remera en conmemoración a su amigo Maxi Salgado, sabiendo que su hermana Nicole filmaría el juego. Finalmente, el ex arquero, pese a haber dispuesto de varias oportunidades (una en la línea sin resistencia), no pudo convertir y mostrar su casaca conmemorativa.

La cuarta es la vencida. El cuarto arranque de Pesto F.C. fue finalmente victoria, y justo la menos esperada. Si bien el rival no mostró mucha resistencia, el equipo salió adelante con varias bajas importantes y demostró que tiene el mismo carácter de siempre para afrontar este nuevo desafío.

viernes, 20 de agosto de 2010

Cortitas y al pie

Invictus: Lucas Soule mantuvo la valla invicta por primera vez en la historia de Pesto F.C.. Ya es histórico.

El sueño del hincha: Santi Bravo cumplió el sueño de todo hincha de calzarse la camiseta (encima del goleador) y poder convertir un gol con el club de sus amores.

Los primeros: Augusto Galati, Pablo Cáceres y Nicole Manes fueron los únicos hinchas (excluyendo a Santi Bravo) que dijeron presente en Freire 761 en el debut del equipo. Sigan así.

TyC Vergara: Nicole Manes, además de aportar su presencia, filmó el partido y prometió poner a disposición de las redes sociales el gran 6-0.

Quedate en el arco: Juanchi Manes demostró, en reiteradas ocasiones, que lo suyo es evitar que la pelota toque la red, y no lo contrario.

viernes, 13 de agosto de 2010

Clausura 2010

Y así nomás, casi que sin previo aviso, arranca la segunda mitad del año para Pesto. Con poco margen de tiempo(mas suficiente) para digerir la eliminación, el equipo retorna a las canchas para demostrar que el semestre pasado no fue casualidad y que este ya es un equipo serio capaz de inquietar a cualquier rival. Esta vez, el equipo que tenga la mala fortuna de cruzarnos, va a decir "epa, son buenos estos, llegaron a cuartos el torneo pasado y le ganaron al campeón" y nuestro deber ahroa es demostrar ese, tan correcto, pensamiento.

La pretemporada fue escasa, casi nula, y contó de sólo un partido de preparación que se ganó 6-3 sin sobresaltos, contra el viejo conocido Castolo. Ahora toca Sapo F.C., vaya a saber uno que tal son; pero si, como su nombre lo indica, son nuevos, vamos a hacerles pesar la experiencia. Vamos sin Seba ni Santi, y entre ellos dos perdemos 34 goles, pero vamos con la fe y la confianza de siempre.

Nos encontramos en la cancha muchachos, la mejor de las suertes

martes, 10 de agosto de 2010

Escenas de la vida deportiva (Roberto Fontanarrosa)

Si bien no tiene absolutamente nada que ver con Pesto, sigue hablando de fútbol y del grupo humano que se arma cuando nos juntamos a jugar. Disfruten, es espectacular.

-Andá cambiándote, Tito -pidió Rogelio, que estaba sentado en el suelo poniéndose las medias. Tito se quedó mirando hacia la cancha, fruncida la nariz.
-¿Nadie vino a reservar la cancha? –preguntó. Jorge había atado el extremo de una venda al paragolpes del auto, se había alejado un par de metros y ahora la enrollaba prolijamente. No contestó.
-¿El boludo del Ruso no vino a reservar la cancha? -insistió Tito, el bolso al hombro.
-Cambíate Tito -dijo Aguilar-. Ya se van los muchachos.
-¡Ruso! -gritó Jorge-. ¿Reservaste la cancha?
El Ruso ni se dio vuelta para responder, sentado sobre el piso aún húmedo.
-No vine, Jorge -gritó-. ¡Con lo que llovió anoche! Pero no hay drama...
-El Ruso se la piroba a la vieja y la vieja se la presta -asesoró Aguilar.
-¡Ruso! -llamó Tito-. ¿Te seguís haciendo tirar la goma con la vieja cada vez que venís a alquilar la cancha?
-Por lo menos no te la cobrará ¿no? -aportó el Pichicua.
-El Ruso se piroba a la vieja -Jorge ya había terminado de enrollar las vendas-. La vieja no le cobra el alquiler pero después él nos lo cobra a nosotros.
-Esas viejas son perfectas para chuparte el zodape porque no tienen dientes, ¿no Ruso?
El Ruso movió la cabeza de un lado al otro.
-Hijos de puta -reprochó-. Como ochenta años tiene la vieja. ¿No tienen madre, ustedes?
-¿Qué? -Tito eructó-. ¿Te querés culear a mi vieja también?
Se rieron. En la cancha, una multitud de morochos corría detrás de una pelota marrón y deformada. Algunos de ellos con pantalones largos arremangados y descalzos. Jugaban y gritaban. Se reían.
-¡Tienen un pedo éstos! -dijo Marcelo.
-Claro. Si se comieron un asadito allá, detrás del arco.
-Mira la zapan de aquél... Hijo de puta, parece embarazado.
-Éstos no se van a ir más -calculó Tito, indolente.
-¡Cambíate forro! -le gritó Miguel-. Cambiate de una vez y deja de hinchar las pelotas.
-¿Y quién les va a decir que se vayan?-Tito concedió descolgar el bolso del hombro-. ¿Vos les vas a decir que se va­yan?
-¡Ya hablé con uno de ellos, pelotudo! -dijo Aguilar-. Se van ahora nomás.
-Mira la caripela de los negros. Como para decirles algo está...
-Si no se pueden ni mover del pedo que tienen. Juegan cinco minutos más y se mueren...
-¿No se pueden ni mover? -se hizo oír el Ruso, atándose los botines-. Mira cómo la pisa el gordo aquél... ¡recién hizo un gol!
Tito se sentó sobre el pasto con un resuello.
-Sabes qué ganas de apoliyar que tengo... Me hubiera que­dado durmiendo –dijo.
-Está lindo para dormir -aprobó el Ruso.
-Es al pedo -meneó la cabeza Miguel-. Lo que es no saber un carajo de fútbol. Estos son los mejores días para jugar, querido. Nublado, fresco...
-Estuvo lloviendo, Negro -se quejó Tito.
-Quieren venir a jugar cuando hay sol y un calor de cagarse -Miguel afeó la voz, doctoral-. Ahí quieren venir a jugar. Cuando no te podés ni mover del calor que hay. Hoy está perfecto, papá.
-Es verdad. Es un día bárbaro -apro­bó el Ruso, que dudaba entre sacarse el buzo o no.
-¡Pero claro, querido! -siguió Miguel-. Ni siquiera hay viento. Es preferible jugar con lluvia que con viento, mira lo que te digo.
-Seguro -Marcelo ingresó en la controversia, desde lejos-. Con viento es una cagada. Nunca sabes para dónde mierda sale la pelota. Con lluvia, cuando le agarras la mano al pique... chau ... ­cuando le adivinas el sapito...
-Es que sale como arriba de un vidrio...
-¡Eso! Ahí está la joda. Pero es mejor que con viento.
-Es que éstos no saben nada, Chelo -se envalentonó Miguel-. Hay que explicarles todo. Quieren entrar al Primer Mundo y se quedaron en la Pulpo de goma...
-No pasaron de la de tiento.
-Se quedaron en la Plastibol.
Tito, luego de sentarse, se había ido dejando caer hacia atrás, hasta quedar acostado con el bolso de almohada.
-Avísame cuando empiece -pidió.
-¡Vestite, boludo! -atronó Aguilar-. Después empieza el partido y todavía te estás cambiando, como el otro día.
Tito se rió.
-¿Cuántos polvos te echaste, Tito? -preguntó Rogelio, que había terminado de enrollar las vendas. Tito seguía riéndose, tapándose los ojos con un brazo. Se le sacudía el estómago bajo la camisa a cuadros-. ¿La colocaste hoy? ¿Te permitió la patrona?
-¿Usted también la puso, Marcelito? -se interesó Aguilar, generalizando el tema.
-Cuatro al hilo.
-¿Y te podes sentar todavía?
-¿No se cansa tu novio? -añadió el Ruso.
Tito se seguía riendo. Pero se levantó de pronto, como alarmado.
-¡Che, esto está mojado!
-Y claro, nabo, si llovió toda la noche.
-¿Llovió mucho? -preguntó Marcelo,
-Yo me desperté a eso de las cuatro y caían soretes de punta-dijo Miguel que había abierto la botellita de aceite verde-. Dije "cagamos"..
-El Negro es como los pibes Jorge, ubicado entre los autos, meaba un neumático-. Se despierta a la madrugada para ver si llueve y si al día siguiente se puede jugar.
-¿Y qué te parece?
-Toda la semana esperando el sábado.
-Che... -Tito había empezado, morosamente, a desabrocharse el pantalón-. ¿Quién trae la pelota?
-Rogelio -Aguilar buscó con la vista y llamó- ¡Rogelio! Vos tenés la pelota, ¿no?
-No -se alarmó Rogelio.
-Ay, la concha de su madre -Marcelo tironeaba de los cordones-. Siempre el mismo quilombo con la pelota. ¡No me digas que no hay una pelota!
-Yo se la di a Pepe el sábado pasado - se encogió de hombros Rogelio.
-Uy, la puta que lo parió...
-Bueno, muchachos... -anunció resignadamente Tito, abrochándose de nuevo el cinturón.
-No. No -calmó Rogelio-. Pepe viene. Viene seguro.
-¿Cuándo hablaste con él?
-Esta mañana. Me dijo que venía. Más, teniendo la pelota. No nos va a cagar así.
-El que no viene es el Flaco -anunció el Ruso.
-¿Por qué no viene el Flaco?-se ofuscó Miguel-. ¿Otra vez nos caga ese hijo de puta?
-No sé, tenía que hacer...
-Pero... ¿será posible? -Miguel se había puesto de pie, deteniendo la minuciosa dispersión del aceite verde por sus piernas.- Yo no me explico. ¿Qué otra cosa más importante que jugar al fútbol podes tener que hacer un sábado a la tarde, decime? ¿Qué otra cosa?
-Tenía que viajar, iba a Córdoba, no sé...
-Pero que se vaya a la concha de su madre, que no venga más.
-Tiene una novia allá, por Alta Gra­cia, que le da cuerda.
-Ya se van los muchachos -el Ruso miraba hacia la cancha.
Los morochos se iban retirando. Había uno tirado en el suelo, boqueando. Otros dos corrían a un flaquito, que persistía en dispararse con la pelota. "¡Cuajada! -le gritaban-. ¡Para Cuajada o te vamos a cagar matando!" Se reían.
Gonzalo, que se cambiaba adentro del auto, por el frío, llegó al trote, endurecido.
-Pediles a ver si nos dejan la bola -sugirió al Negro. Aguilar miró hacia la cancha.
-¡Qué mierda te la van a dar! ¿Y dónde se la devolvés, después?
-Se la llevamos a la casa.
-¡Ni casa tienen estos negros! -se rió Marcelo-. Si vinieron todos en un camión. "Se la llevas a la casa". ¡Mira las amistades que tiene el Gonza!
-¡Boludo! ¡Si no tenemos pelota!-Gonzalo miraba irse a los morochos, como con pena.
-Ahí viene Pepe. Ahí viene Pepe. Él la trae -tranquilizó Jorge.
-¿Ese es el auto de Pepe?
-Sí. Un Renault.
-¿Rojo?
-Sí, rojo.
-Ese auto no es rojo.
-Espera que pase detrás de la casilla y lo vas a ver bien.
-Sí, es Pepe, es Pepe...
-Es Pepe.
-¡Es Pepe! -certificó, casi desde el centro de la cancha, Marcelo.
-¿Qué haces, Chelo, estás rezando? -le gritó Gonzalo-. Marcelo se había arrodillado y, en un impensable rasgo de pudor, meaba cortito sobre el cés­ped.
-Es muy católico el flaco.
-Che... -Tito se había quedado en calzoncillos y mostraba unas piernas flacas y lampiñas-. ¿Ellos vinieron?
Había logrado interpolar una nueva nota de intranquilidad. Aguilar y Miguel miraron hacia el otro costado de la cancha.
-Sí, vienen -masticó Miguel, que no quería pensar en la posibilidad de suspender-. Vienen. Ellos vienen.
-¿Vos viste a alguno?
-El jueves lo vi en el centro al pelado que juega de cinco. Y me dijo que venían.
-El jueves no, boludo. Ahora, te digo. ¿Acá viste a alguno?
El Ruso pisaba cuidadosamente la cancha casi pelada. Daba saltitos para entrar en calor.
-¡Allá hay uno! -gritó, señalando hacia los árboles de enfrente.
-Ah, sí... -Rogelio se quedó con el pantaloncito en el aire, escudriñando la lejanía-. El morochito que juega de siete. El... ¿cómo le dicen?
-El Bimbo, el Pimba, algo así. La mueve ese hijo de puta.
-¡Qué sorete la va a mover!
-¿Ah no? ¡El zaino que te hizo comer la vez pasada!
-¡Qué va a mover! A tu hermana se puede mover el flaco ese...
-Y con uno solo... ¿Qué hacemos?-Tito dudaba en sacarse la camisa.
-¡Ya vienen los otros, pelotudo! Vienen todos juntos. El otro día vinieron en dos autos, sobre la hora.
-¿Qué hora es?
-Cambíate, gil, y deja de romper las bolas.
-Chupame el choto -recomendó Tito-. Y pasame el aceite verde.
-Cómprate, si querés aceite verde-negó Miguel-. Miserable de mierda. Vos sos como el otro, el Gonza, que nunca pone guita para la cancha..
-Métetelo en el orto.
-¿Vos sabes como pica?
-¿Nunca te lo pasaste sin querer por las bolas?
-Ay, mamita querida. ¿Y el Fonalgón?
Pepe había estacionado el auto y venía a paso lento hacia el grupo.
-¿Trajiste la pelota? -le gritaron varios.
-La tengo en el baúl.
-¡Y bajala, sota, o te crees que vamos a estar toda la tarde esperando!
-¡Pepe maricón! -chilló Marcelo, distorsionando la voz.
-¡Putazo! -se unió Tito. Pepe, caminando de nuevo hacia el auto, giró hacia ellos y se agarró los huevos. Después siguió caminando.
-¿Cuántos somos? -preguntó Miguel-. ¿Juntamos gente?
-Sí. Estamos. Estamos -dijo Aguilar.
-La concha de su madre puta -farfulló Tito. Se había quedado con la mitad de un cordón del botín en la mano.
-¿Sabes por qué te pasa eso? -asesoró el Negro-. Porque te pasas el cordón por debajo de la suela. ¿Te lo enrollas por debajo de la suela? Así se te rompe.
-¿Por qué no me chupás un huevo, cabezón? -Tito resoplaba reacomodando el largo de los cordones-. ¿Ahora me lo decís?
-Hay que decirles todo, Negro -habló Miguel-. No están para el Primer Mundo.
-Si por lo menos vinieran un par más de ellos -calculó Gonzalo-. En el último de los casos hacemos un picado.
-¡Sí ellos vienen, ellos vienen! -desestimó Miguel, que había terminado de lubricarse-. ¡Allá vienen!, ¿no ves? ¡Para que te dejes de hablar al reverendo pedo!
-Ahí estamos -musitó Gonzalo, levantando apenas la vista-. ¡Llegaron, che! -les avisó a los otros. Pepe había sacado la pelota del baúl del auto, la apretó un par de veces para ver cómo estaba y después la tiró hacia la cancha donde ya trotaban y hacían flexiones casi todos.
-¡Traela! ¡Traela! -pidió el Ruso, que sólo se ponía locuaz cuando entraba a la cancha. Miguel, en cambio, se mantuvo serio. Fue hasta donde estaba Tito y se puso en cuclillas junto a él.
-Tito -le dijo-. Hoy no te mandes tan­to al ataque. Seguro que por tu lado va a jugar el flaco del otro día, ese que le dicen Trastorno. Es muy rápido. Trata de encimarlo y no dejarlo dar vuelta. Si lo dejas darse vuelta te pinta la cara porque es un pedo líquido ese hijo de puta. Le vas encima y ponete de acuerdo con Aguilar para que cierre por detrás tuyo si se la meten a tu espalda... -Tito aprobaba con la cabeza, obediente-.. ¿De acuerdo? ¿De acuerdo? -recalcó Miguel-. Porque vos me decís que sí y después no haces un carajo de lo que te digo...
-Sí. Pero decile al Negro. Porque aquél agarra la lanza y se va arriba y después no vuelve en la puta vida.
-Si vos te vas a volantear, yo te hago el relevo, quédate tranquilo. Pero además, yo le digo al Negro -Miguel se puso de pie como si hubiese terminado con la indicación, pero antes de meterse en la cancha, se volvió para decir-. Guardá los bolsos en el auto, Ro­gelio. Nunca se sabe.
A Tito lo único que le faltaba ponerse era la camiseta verde, y puteaba por el frío.
-Loco ¡qué busarda que tenés! -Pepe, desde el suelo, poniéndose los botines, lo miraba y se reía. Tito se miró el estómago como si recién lo descubriera.
-Tengo que salir a correr -calculó.
-¿No salís a correr en la semana?
-No tengo tiempo, Pepe. Debería. Pero...
-Salgamos. Llámame y salimos.
-Sí. Porque así...
-Después se siente en los partidos...
-Te llamo, porque no hay nada más rompebolas que correr solo.
-Después no me llamás nunca, hijo de puta. Ya el mes pasado me hiciste lo mismo.
-Te llamo, te llamo -prometió Tito, pero ya Pepe corría hacia el arco más cercano, donde peloteaban al Lungo. Miguel no se dignaba a patear. Intentaba tocarse la punta de los botines con los dedos y recomendaba "elongá, elongá" a cada uno que le pasaba cerca. Pero de pronto se irguió y siguió atentamente el curso de una pelota que se iba entre los árboles.
-¡Che...! -advirtió-. ¿No está bofe esa pelota?
-Está un poco globo -admitió el Ruso-. Pero está bien.
Víctor la había ido a buscar casi hasta el terraplén, detrás del arco, y la devolvió hacía la semiborrada línea del área. Marcelo la paró con el pecho y la tiró de nuevo a la copa de los árboles.
-¿Con qué le pegas, hijo de puta? -lo observó, fijamente, Miguel, las manos en la cintura-. ¿Cómo se puede tener tan poca sensibilidad en el pie? ¿Cómo se puede ser tan animal? -Marcelo se reía-. Si te ve Federico Sacchi se muere de un infarto, querido -la siguió Miguel-. ¡Y pretenden jugar al fútbol! ¡Qué agravio a la cultura futbolística del país, por favor! ¡Son jugadores de terraza, nacidos en el centro! ¡Cuánto potrero que te falta, por Dios!
La pelota, esta vez, y quizás inten­cionadamente, le llegó a Miguel, que la puso bajo la suela y miró el arco.
-¿Dónde la querés? -le preguntó al Lungo.
-Pateá y dejá de hinchar las bolas -di­jo el Lungo.
-Decime, decime.
-Ahí -señaló el Lungo, mostrando el ángulo bajo del segundo palo. Miguel le pegó de derecha, con estilo, y la pelota se elevó unos cuatro metros para caer tras el terraplén. Hubo risas.
-¡No! ¡Trae! ¡Trae para acá! -Miguel había salido disparado detrás de la pelota, a grandes trancos, enojado-. ¡No se puede jugar con eso! ¡Es un bofe esa pelota, hay que inflarla!
-¡No rompas las bolas, Miguel! Está bien la pelota. Mejor si está blanda. Dejala así -se quejó Gonzalo-. Después se moja y se pone que pesa una tonelada. Te hace mierda el balero si cabeceas...
-Mirá lo que es esto. Mirá lo que es esto -graneaba Miguel, oprimiendo la pelota con ambas manos-. No se puede jugar al fútbol con esto.
-¡Lárgala! -Jorge se golpeó las manos, girando sobre sí mismo. ¡Cómo rompe las bolas el negro este!
-¡Pero si a ustedes les da lo mismo jugar con una pelota que con un ladrillo, querido! -dijo Miguel-. Para lo que jue­gan, todo les resulta lo mismo...
-La verdad que está un poco floja -admitió el Ruso, junto a Pepe.
-Pero es la única que hay.
-¡Muchachos! -llamó, Gonzalo, a los rivales-. ¿Ustedes trajeron una pelota? El Pelado negó con la cabeza.
-Nos dijeron que ustedes tenían. ¿Qué le pasa a esa? -preguntó después.
-¿Tienen un inflador? -Miguel estaba empecinado.
-¿Y qué haces con un inflador, Miguel, si no tenés un pico? -dijo Gonzalo, un poco harto.
-Pico hay. Pico hay. ¿Vos no tenés un pico en el auto, Pepe?
Pepe puteó por lo bajo y se fue para el auto.
-El flaco aquel tiene un inflador -alertó el Ruso, señalando, dentro del grupo de la contra, al que había llegado primero en bicicleta. Miguel se encaminó hacia allí.
-¡Déjalaasí, Negro! ¡Dejala así! ¡Está bien así! –insistió Jorge.
-A ver si todavía la hace cagar este pelotudo -previno Tito.
-¡Ustedes corran! -ordenó Miguel, dándose vuelta y sin soltar la pelota-.¡Muévanse, elonguen que hace frío!
Cuando Pepe llegó con el pico ya tenía el inflador.
-Dame -dijo. Y empezó a escudriñar el cuero de la pelota con los ojos entrecerrados-. ¿Dónde está la marquita?
-Hacela girar, hacela girar -dijo Pepe, con su cabeza casi apoyada sobre el hombro de Miguel.
-Sin anteojos no veo un choto.
-Marquita puta... Es una flechita...
-Una flechita. Pero se le borra des­pués...
Miguel seguía haciendo girar el balón, mirándolo, con la nariz prácticamente pegada al cuero.
-A veces la marcan con una birome...-¡Acá está!
Una minúscula flecha bordada en cuero señalaba un orificio diminuto, disimulado en la costura de dos gajos.
-¿Es este, no, seguro?
-Sí, si, es ese... Miguel carraspeó.
-Metele un gallo -recomendó Pepe. Miguel sostenía la pelota con una mano contra el pecho mientras con la otra manipulaba el pico.
-¡Cómo vas a jugar con la pelota así, macho! -se escandalizó-. ¿Dónde se ha visto? ¡Estos, porque tienen un garfio en el empeine! Juegan al fútbol por­que Dios es grande... No saben un sorete, hay que decirles todo...
-No te comprenden, Miguel.
-Sufro la soledad de los líderes, Pepe...
-¿Qué pasa, Miguel? -se acercó corriendo Tito-. Ya estamos para largar.
Miguel escupió una saliva blanca y espumosa sobre el agujero de la pelota. Le erró por un centímetro. Primero hizo girar el balón, procurando que la oscilación deslizara la escupida hasta cubrir el agujero. Pero luego, apurado, la empujó directamente con el dedo hasta tapar la casi inapreciable juntura. Luego metió la punta del pico hasta encontrar resistencia.
-Ojo... -recomendó Pepe-. ¿Ahí está el agujero?
-Para -dijo Miguel. Sin sacarle el pi­co del inflador, bajó la pelota hasta aprisionarla entre sus rodillas.
-Ojo -repitió Pepe. Miguel hizo fuer­za, empujando el pico.
-No entra el hijo de puta -cerró los ojos.
-¿Estas seguro que está ahí la válvula? ¿No se habrá corrido la cámara?
-No. Está ahí. Está ahí -aseguró Miguel y pegó un nuevo empujón al pico. Se oyó una explosión ahogada y la pelota pareció aflojársele entre las manos.
-La pinché -dijo Miguel, girando la cabeza y mirando a Pepe con cara inexpresiva-. La pinché.
Estuvieron unos veinte minutos más viendo si llegaba alguien con una pelota. O si pasaba alguien que tuviera una. Marcelo se ofreció a ir a buscar una a la casa de un primo, en el centro, pero no sabía si el primo estaba o se ha­bía ido a la isla... Le dijeron que no. A la media hora, Tito comenzó a cambiarse de vuelta. Gonzalo lo puteó por enésima vez a Miguel y rumbeó para el auto.
-¡No se podía jugar así, querido! -reafirmó Miguel-. Se pinchó, mala suerte. Pero así no se podía jugar. Ningún jugador de fútbol que se respete puede jugar con una pelota así.
-Vos te quedaste en la Pulpo, Miguel -hirió Jorge, yéndose-. No estás para la de cuero.
-Y ustedes se quedaron en el Tercer Mundo, hermano -no daba el brazo a torcer, Miguel-. Les da lo mismo pato o gallareta. Total... para ustedes todo es igual...
-Miguel -llamó el Ruso, ya cambiado, en su habitual tono calmo y medido-. Ándate un poco a la concha de tu madre -y aceptó la invitación de Aguilar de volverse juntos en el auto para el centro.


Grande rosarino