jueves, 22 de abril de 2010

La última vuelta

La nostalgia llamó al telefóno y el contestó el llamado. Se puso su saco y su habitual bufanda por el clima frío y bajó al garage para subirse al auto. Dobló la esquina de Lacroze y estacionó en el primer lugar que vio sobre Freire. Cabeza en alto, entró en el lugar que indicaban los números 761. Estaba distinto a los años anteriores, lo habían remodelado y él no se había llegado a acostumbrar. Le asintió en señal de saludo a uno de los dueños del lugar y continuó avanzando.

Se detuvo en la primer cancha. Centenar de recuerdos le vinieron a la mente y dejó entrever una leve sonrisa al darse cuenta de que la mayoría no eran gratos. Pero eran recuerdos al fin, y él los guardaba con cariño. Ya sean derrotas, empates o victorias, todos valían para mantenerlo en su estado de melancolía. Avanzó por el pasillo remodelado y observó la puerta del vestuario. Una nueva oleada de memorias le salpicó la cara. Arengas, críticas, elogios, palabras de consuelo, palabras y más palabras. Juntó fuerzas y siguió caminando. Volvió a parar su recorrido en la cancha dos. Ésta estaba vacía, en contraste a la anterior en la que jugaban dos equipos con pecheras verdes y amarillas. Pero él no la vio así: la vio con 10 jugadores en cancha, uno de los cuales era su hijo y el resto sus amigos. Se vio a sí mismo en el costado charlando con un suplente que escuchaba atentamente sus indicaciones. Recordó que partido era y se alegró al recordar el gol que les dio la victoria. Pero eso era pasado, eso ya no era. Miró hacia la primer cancha y visualizo los últimos dos partidos que había dirigido. Ya no era lo mismo, el entusiasmo no era el mismo, los jugadores no eran los mismos y él no era el mismo. Volvió la mirada hacia la imagen anterior y la victoria todavía estaba ahí. Pero él no recordaba esos goles y el corazón se le encogió cuando no se vio en el costado y no se sintió parte de eso.

Cabeza gacha, dio media vuelta y encaró hacia la salida. Le hizo caso omiso a los murmullos que provenían del vestuario y tampoco se detuvo a saludar a aquel hombre que había saludado minutos antes. Se detuvo antes de pisar la vereda y pensó con tristeza mientras levantaba la cabeza ocultando su ánimo: "A veces...es mejor dar un paso al costado". Pisó la vereda, cruzó la calle y puso el vehículo en marcha. Quizás se hubiese ido más contento si hubiese entrado al vestuario para ver a todos sus alguna vez dirigidos esperándolo. Le habían puesto esfuerzo a la bandera de "Gracias por todo Rafa, para nosotros nunca te fuiste".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

maestro

El OSO dijo...

che alta nota guachin re piola